Por Rolando Vargas
Intenso como motivador, didáctico como humilde, entusiasta como trabajador, abierto como sincero. Estos adjetivos ilustran al colombiano Juan Carlos Osorio, quien tomó el mando de la selección absoluta paraguaya, que tiene como principal objetivo, el Mundial de Catar 2022.
Despertó cierta incertidumbre su llegada al país por la oferta laboral en carpeta que tenía, pero en especial porque esperaba la llamada de su selección colombiana, su sueño personal y familiar, como confesó el propio Osorio en el primer contacto con la prensa nacional. Este primer encuentro con la gente paraguaya bastó para conquistar a los periodistas, siempre muy críticos, especialmente cuando se trata de un profesional que llega a trabajar para la Albirroja. Sorprendió por su conocimiento sobre los futbolistas que cuenta Paraguay para el proyecto retorno a la cita ecuménica, satisfizo con su predilección del fútbol que practica los jugadores paraguayos, el juego aéreo y la fortaleza física, a lo que él quiere añadir su identidad futbolística para armar la selección que puede despertar de su letargo para meterse de lleno entre las mejores del mundo como su antecedente escribe.
Pasaron sus primeros días como mucha impaciencia, por su ida y venida, por los rumores que llegaban de Colombia, en donde aseguraban que Osorio sólo esperaba que suene el teléfono para retornar a su país. No hubo confirmación ni desmentido de la APF y del propio técnico, hasta que confesó que su sueño es dirigir a su selección, que llenó de indignación a todo un país.
Los días se sucedieron y Osorio empezó a demostrar de qué está hecho. Con suma humildad recorrió todas las canchas, comió la chipa y probó el tereré. Vio partidos y jugadores de la Copa Paraguay, de Intermedia y de la Primera División, y por su puesto siguió a los valores del exterior. Quiso amistosos con selecciones de Europa, no pudo pero no decayó, igual convocó para transmitir su idea y la intensidad que quiere en la selección.
Planificó un programa inclusivo, didáctico, con técnicos de todas las divisiones, dirigentes, jugadores, y aficionados, para que esa pasión que despierta la Albirroja pueda renacer.
Su estrategia funcionó, conquistó a todos, especialmente y lo más importante, a los jugadores, quienes llegaron sin tener un partido oficial, pero quedaron impresionados por la intensidad de los entrenamientos y la capacidad y conocimiento que tiene Osorio para darle un nuevo entusiasmo, una nueva esperanza a una selección que estaba acostumbrada estar en los mundiales.
Que la intensidad de Osorio en su trabajo humilde, en transferir su conocimiento con generosidad, en incluir a todos sin excepción, y su sueño de ganador, se instale con cada paraguayo, en los futbolistas, en los dirigentes, en los entrenadores, y especialmente en las autoridades nacionales, para que su vocación de servicio viva 100% en beneficio de la sociedad guaraní.
Se quede o se vaya, en este corto periodo de trabajo, el entrenador colombiano ya deja su legado a todo el país y en especial a la querida Albirroja, que más que nunca quiere enarbolar su tricolor enseña de grandeza nuevamente en los campos deportivos por muchos años.