México, México | AFP, por Rodrigo MARTÍNEZ.
Faltaban sólo 10 días para el inicio de la fiesta olímpica de 1968 y la casa tenía que estar en orden. Celoso de su prestigio, el anfitrión –el gobierno mexicano– procedió de manera brutal para que el movimiento estudiantil no estropeara la celebración.
Musicalizado por “Mrs. Robinson” de Simon and Garfunkel, “Hello, I Love You” de The Doors o “Revolution” de The Beatles, 1968 fue un año turbulento y conmovedor para el mundo por sucesos como el magnicidio de Martin Luther King, el Mayo francés, la Primavera de Praga, la Guerra de Vietnam.
En México también se gestó un suceso histórico: un movimiento estudiantil que no pretendía ni la toma del poder ni un cambio de régimen, sólo el ejercicio de derechos elementales y libertades políticas.
Muertos y desvirtuados
68 días duró ese movimiento del 68, desde el 26 de julio hasta el 2 de octubre, cuando luego de semanas de protestas y desencuentros con el gobierno, unas 10.000 personas acudieron a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en la capital mexicana.
Ese miércoles, poco después de las 18:00 horas, mientras se escuchaba el discurso de un orador, el Ejército y un grupo militar especializado denominado Batallón Olimpia ejecutaron la Operación Galeana, dispositivo orquestado para terminar con las movilizaciones estudiantiles.
Francotiradores apostados en la parte alta de un edificio y soldados a ras de la plaza soltaron un fuego cruzado que derivó en una masacre que dejó 20 muertos, según el gobierno de Diaz Ordaz, mientras la prensa internacional reportó entre 300 y 500.
El secretario de Gobernación (Interior), Luis Echeverría, ordenó al director de cine Servando González filmar la represión en la Plaza de las Tres Culturas.
De acuerdo con el documental “Los rollos perdidos”, González tuvo a su disposición ocho cámaras de 35 milímetros y telefotos con capacidad de hacer close-ups a 300 metros que apostó en los pisos 17 y 19 de un edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores contiguo a la Plaza de las Tres Culturas, ese mismo equipo sería utilizado días después durante los Juegos Olímpicos. Desde ahí lo vio todo.
"En la televisión, en el radio y en el cine no hubo ningún cambio en el programa", dice ahora un memorial situado en el lugar del crimen. “Ni un minuto de silencio”.
Las 72 horas después de la matanza fueron vitales para proteger el prestigio del gobierno ante el inminente inicio de los Juegos Olímpicos, con el apoyo de los medios.
En editoriales y columnas se leyó que las marchas y las protestas eran manipuladas por “agitadores profesionales” y que la juventud mexicana estaba engañada por los “tentáculos rojos” del comunismo. Algunos acusaron a los estudiantes de adoptar una actitud antipatriótica pocos días antes del inicio de los Juegos.
Adelante con los Juegos
Las redacciones de los diarios deportivos estaban preparándose para los Juegos Olímpicos con largas jornadas de trabajo y sus reporteros no pudieron dimensionar lo sucedido el 2 de octubre, según lo recuerda para la AFP Arturo Xicoténcatl, reportero del periódico Esto.
"Cuando ocurrió lo de Tlatelolco, las versiones que recibimos el día 2 en la noche nos llegaron como un eco intangible de algo terrible, pero nosotros seguimos dentro del trabajo sin realmente saber. Yo quiero ser sincero, tardíamente me enteré de toda esta situación por los escritos de la periodista (italiana) Oriana Fallaci que estuvo ahí”, relata Xicoténcatl.
En esos días, medios internacionales fueron catalogados de insidiosos luego de publicar que un vocero del Comité Olímpico Internacional abrió la posibilidad de que el evento se cancelaría por el clima de violencia.
No obstante, José Clark Flores, entonces vicepresidente del COI, tranquilizó al anfitrión: “Sólo un cataclismo suspendería los Juegos”.
“Es difícil expresarlo en una forma tan cruda –comenta Xicoténcatl–, pero los Juegos se tenían que celebrar, o quizás no. Estábamos dentro de dos inercias: la terrible para nuestro propio pueblo y también el festejo con la responsabilidad con todos los jóvenes del mundo”.
A 10 días de lo sucedido en Tlatelolco, el 12 de octubre el presidente Díaz Ordaz, reapareció a lo grande para inaugurar los Juegos y para ofrecer su amistad "a todas las naciones del mundo".
Observación: En los Juegos Olímpicos de México-1968, Paraguay participó por primera vez de la competencia con Rodolfo DaPonte, en el arma de Florte (Esgrima) y como entrenador y delegado, le acompañó su padre Italo DaPonte. Rodolfo, hijo, nieto y padre de esgrimista, no era el designado en un principio para competir en los JJOO de México. Pero la eliminación de la selección de fútbol y la renuncia a última hora de los remeros; por lo que el Consejo Nacional de Deportes, lo designó, ya que en aquellos años Paraguay no tenía Comité Olímpico; y llegó minutos antes de la inauguración .