Por Matías Pérez
Pasó mucho tiempo, probablemente algunos de los que lean estas líneas no sabrán quién soy y seguramente otros dirán: “Sí, recuerdo a ese zaguero corpulento que había aparecido en Nacional y las selecciones menores. ¿No había ido a Portugal?”.
Antes que nada debo presentarme para los que no me conocen. Soy Matías Rodrigo Pérez, jugué en Primera División a los 17 años, tuve un paso por Europa (Sporting de Portugal) y también estuve en un Mundial con la selección paraguaya Sub 20. Quizás a algunos ya les suene un poco familiar mi nombre o tal vez no...
Ahora estoy jugando en la División Intermedia con Independiente de Campo Grande, mi nueva casa desde hace unos años y el club que me volvió a dar vida para sentirme realmente un jugador de fútbol, el sueño de toda mi vida al que estuve a nada de renunciar.
Bueno, ahora que ya me conocen un poco más o al menos saben cómo me llamo, necesito contarte y contarles qué pasó conmigo, por qué no estoy jugando en la élite como mis compañeros de formativas como Gustavo Gómez, Junior Alonso, Miguel Almirón, Derlis González, por citar a algunos, con quienes tuve el placer de jugar y disfrutar el Mundial de Turquía 2013.
Si te interesa mi historia, ahora te voy a comentar sobre los peores años de mi vida, no solo como jugador, sino como persona. Esta historia de terror no le deseo a nadie, juro que a nadie.
En un amistoso jugando por Nacional a finales del 2016 sentí un dolor fuerte en la pierna. Decidí salir de la cancha, pesando que era alguna lesión normal, pero no sabía que iba a convertirse en la pesadilla más sufrida de mis 28 años.
Me hice los estudios y detectaron fractura incompleta por estrés en la tibia derecha. Seguro estarán diciendo ahora: “¿Te lesionaste por estrés?, ¿era un estrés mental?” Les cuento que no es así, el hueso sufre un estrés por exceso físico, mal movimiento u otras cuestiones, pero no es por el cansancio mental del que todos hablamos.
Esa lesión me dejó más de dos años parado, sufriendo de dolor físico y mental. Me hizo desear lo peor y estaba seguro que había acabado con mi carrera profesional.
Pero vayamos por parte. En el 2017 me operé la primera vez y hubo una innumerable cantidad de errores de procedimientos, pero no creo necesario exponer al o los responsables. En el fondo, todos fuimos culpables.
La lesión se me había infectado y nadie se dio cuenta. Recuerdo perfectamente: Me habían operado un sábado y para el miércoles mi pierna estaba morada, hinchadísima. Los especialistas me dijeron que podría ser normal y me liberaron.
El pus había subido hasta el muslo, el color de mi pierna derecha era irreconocible y el dolor ni te pienso describir, porque al recordar esos momentos, sigo sufriendo.
Por momentos las cosas parecían mejorar, algunas veces creía que estaba recuperándome cuando no estaba hinchada la pierna, pero ya había pasado mucho tiempo y yo necesitaba hacer ejercicios físicos.
Recuerdo que un día fui para caminar en Ñu Guasú (Parque). Un kilómetro hice con algunos problemitas, pero llegué -como pude-. A partir de ahí ya era imposible. Tenía como 4 kilómetros para completar el circuito y llegar a mi destino, pero solamente terminé porque debía llegar nuevamente a mi auto. El dolor después del kilómetro 1 ya era insoportable. Estaba derramando lágrimas y rengueaba todo el trayecto hasta que llegué apenas.
Las cosas no mejoraban, todo era cada vez peor, el dolor, mi vida, todo parecía derrumbarse. No podía caminar mucho y ya me estaba deprimiendo sin darme cuenta. La bacteria seguía dentro de mi pierna, pero yo no sabía lo que pasaba.
Cada día era un sufrimiento, cada día era una pesadilla. Mi vida no tenía sentido. ¿Sabés lo que es para un chico que toda su vida fue deportista, ahora esté sentado todo el día o que caminaba con muletas?
Un día, después de pensar y analizar qué iba hacer con mi vida, me acerqué a mi hermano Ariel, que también fue futbolista y le dije que ya no quería seguir. Ya no podía más, el fútbol era historia para mí...
“Me duele demasiado, no vamos a ir para adelante, me tengo que olvidar del fútbol”, le dije, recuerdo como si fuera hoy mismo. Pero sinceramente desde el fondo de mi corazón te digo, yo amo el fútbol, pero ya no era mi prioridad.
Lo único que quería es volver a ser una persona normal. Quería caminar normal como todos, sin dolor, sin hinchazón. Ya no quería sufrir, había pasado demasiado, que ya estaba dispuesto a cualquier cosa.
El peor año de mi vida me dio otro golpe al corazón
Si todo ese sufrimiento no era suficiente y faltaba algo, el 2017 me dio otro golpe directo al corazón. Y eso me dolió aún más que el sufrimiento físico.
Se me fue el compañero de toda la vida, se fue una parte de mi vida, murió mi papá…
“¿Por qué a mí todo?, ¿cómo voy a superar todo esto?” Eran algunas preguntas que me hacía a cada rato y que recién años después encontraría las respuestas.
¿Sabés lo que es que el amigo de toda su vida se vaya de un día para el otro y encima con el estado en que yo estaba? Esa persona que hacía milagros para que yo pueda entrenar desde niño, que conseguía cómo salir de Zeballos Cué a las 3 de la madrugada, para ir a entrenar en Ypané...
Ese hombre que siempre me acompañaba, llueva, haga frío, calor, pero que no ponía excusas para que yo pueda seguir mi sueño de ser futbolista. Jamás olvidaré esas madrugadas en las que hacíamos malabares para llegar hasta el mercado de Abasto y ahí tomar el primer bus hacia Ypané. Vivía al otro extremo, pero gracias a él nunca llegué tarde ni cinco minutos a un entrenamiento.
Cuando el murió, una parte de mí parecía que se rindió, pero Dios es grande no lo hice y gracias a vos papá, sigo luchando. Nunca me alcanzará la vida para agradecerte todo.
De infierno al cielo
La cosa en algún momento llegó a empeorar y si bien los doctores nunca me dijeron en ese tiempo, mi pierna estuvo en riesgo de ser amputada.
En el hospital me dijeron que si me agarraba trombosis, corríamos el riesgo de amputar, porque no había mejoría. Después de mucho tiempo me enteré de eso, al menos que podría perder una pierna. Las conversaciones de los doctores siempre eran con mi mamá y obviamente ellos (con mi hermano y esposa) no querían decirme nada. Después entendí por qué ella entraba al baño del hospital y rezaba siempre.
Después de tanto sufrir, tomamos la decisión de volver a operarme en el 2018, pero con otros procedimientos muchos más estrictos y obviamente en otra clínica. Sabía que alguna buena iba a llegar y por suerte de poco todo volvió a mejorar.
Me hacían controles, estuve un mes internado con antibiótico para eliminar la bacteria y me estaba dando cuenta que esta vez sí iba a funcionar.
Por mi cabeza, lo único que pasaba era poder volver a caminar al menos de manera normal. El fútbol había pasado a segundo plano. Y lo hice, volví a caminar, volví a correr, volví a jugar. Lo que a mí me pasó es un milagro. Después de no poder ni pisar, estar jugando es un milagro.
Gracias, Nacional
Quizás la historia ya se está volviendo larga, pero no puedo dejar de agradecer a Nacional, que fue gran responsable de mi recuperación.
Yo tenía aún varios años de contrato con ellos, pero llegué a un acuerdo con el club: Ellos me cubrían toda mi recuperación, salarios y cuando vuelva a jugar, el vínculo se iba a acabar.
Nacional me pagó todo: cirugía, tratamiento, sueldo -jamás se atrasaron conmigo-, consultas, fisioterapia. Y tal como lo acordamos, cuando regresé en el 2019 a jugar en Reserva, dejé el club, pero con un cariño enorme y gran responsable de todo fue Robert Harrison, a quien siempre estaré agradecido.
La pesadilla había pasado y mi vida comenzaba a tener sentido nuevamente. Llegué a Independiente de Campo Grande para el 2020, pero el fútbol me dijo que debía esperar más: La pandemia había suspendido la Intermedia, pero yo ya estaba feliz.
En el 2021 jugué 28 de los 34 partidos. Para mí fue lo máximo; quería ascender a Primera, eso es categórico, pero yo ya había ganado el campeonato más difícil e importante de mi vida...
Tras dos años de llanto, sufrimiento y desesperanza, volver a disfrutar del deporte que tanto amo y tener una vida normal junto a mi familia, es el mejor regalo que pude tener.
Parece tan poca cosa, pero a veces lo más sencillo es lo más importante en esta vida; caminar, por ejemplo. Lo que vos estás haciendo día a día es posiblemente el sueño imposible de muchos, así que valoremos más lo que tenemos y dejemos de apuntar siempre a lo que no tenemos.
Todo sirvió para algo
El fútbol es idéntico a la vida: te da cosas buenas, malas, momentos en el que te creés intocable y luego te reduce a una vulnerabilidad increíble. De lo peor podés pasar a lo mejor y viceversa.
Tras 11 años de carrera profesional te puedo decir que valores todo el tiempo que te da el fútbol y aunque los golpes son los que dan las enseñanzas, no desaproveches ni un instante.
Con 20 años tuve la posibilidad de se transferido al fútbol europeo (Sporting de Portugal), toqué una buena plata, no te digo que me hice millonario, pero sí tenía una gran cantidad y quizás ahora me doy cuenta de ciertas cosas que hice mal en su momento.
Igual, yo le agradezco a Dios que me haya mostrado eso, porque estaba mal. Si me da otra vez la posibilidad, que voy a hacer mejor las cosas. Pero bueno, es una enseñanza de la vida…
Pero no solo cosas materiales vas perdiendo cuando las cosas no andan bien, en el momento que yo estuve mal y realmente necesité, me di cuenta quiénes son realmente mis amigos. Muchos ya no aparecieron y se quedaron los que son leales hasta en las peores y en eso está en primer lugar la familia, la que jamás te va a dar la espalda.
No soy eminencia en el fútbol, pero por lo que me tocó vivir, solamente quiero decirle a todos que aprovechen cada momento de la vida y a mis colegas que están iniciando o quizás tienen mi misma trayectoria: Cada segundo vale oro, todos los detalles sirven. Si el DT te hice: “andá al gimnasio hacé trabajo preventivo, cuidate en la comida”, hacelo, es por algo.
Ahora, cada entrenamiento es increíble ahora para mí. Estar dos años sin poder hacer nada, fue lo peor que me pasó en la vida y ahora no veo la hora de ir al próximo entrenamiento.
Volví a caminar, volví a jugar, y luego de cada partido, sin importar el resultado, yo sé que gané…