El día que Pelé fue invitado de honor en la reinauguración de Para Uno

La leyenda del fútbol mundial, Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, pasó a la eternidad hoy 29 de diciembre del 2022, por lo que el deporte rey está de luto por la partida de uno de los más grandes exponentes.

En el fútbol paraguayo, Pelé fue gran protagonista de un gran suceso que se dio el 15 mayo de 1965, cuando se reinauguraba el estadio "Manuel Ferreira" y el equipo invitado para jugar contra Olimpia fue el inolvidable Santos de Brasil.

En ese entonces, se inauguraban las gradería norte y sur de Para Uno, más la visera de las preferencias. En total, se estima que unas 25 mil personas estuvieron para ver al histórico Pelé en el campo de juego.

El partido entre Olimpia y Santos, donde estaba en juego la Copa "Embajada de Brasil", terminó 2 a 2. Como anécdota, esa jornada histórica pudo terminar en tragedia, ya que una parte de la gradería norte cedió y algunos aficionados fueron afectados.

El hecho no pasó a mayores, y el propio Rey Pelé, según cuentan, estuvo auxiliando a los hinchas.

Foto: @CamisetaOlimpia.

 

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"O milésimo": la historia del gol 1.000 de Pelé

Sao Paulo, Brasil | AFP

El 19 de noviembre de 1969, mientras un fallo en la retransmisión privaba al mundo del segundo alunizaje de la Misión Apolo 12, los brasileños estaban atentos de un acontecimiento aún más histórico para ellos: el gol mil de Pelé.

Para Brasil y su 'Rey', esa fecha no se podría haber elegido mejor. No en vano, ese día el pueblo celebra la institución de su bandera nacional, en 1889. Pelé, por su parte, conmemora el cumpleaños de su madre.

¿Qué mejor regalo para el país y para su protagonista que ese gol mil? Orgullo para los brasileños por poder contar con probablemente el mejor jugador de todos los tiempos y orgullo de Maria Celeste Arantes de ver cómo su prodigioso hijo entraba en la leyenda.

El destino, que a veces hace bien las cosas, había impedido al número 10 del Santos conseguir ese hito tres días antes en Salvador. Al final del encuentro contra Bahía, Pelé vio primero cómo su remate se estrellaba en el larguero y, más tarde, cómo su compañero Jair Bala le robaba un gol.

Pero a los más grandes artistas les pertenecen los más grandes escenarios. Y para algo así hacía falta el mítico Maracaná, teatro a la altura de la gesta, aunque una proeza puesta en entre dicho porque la cifra mágica de anotaciones incluye juegos no oficiales.

- Escenas surrealistas -

Las cámaras, que entonces grababan en blanco y negro, estaban listas para inmortalizar el acontecimiento en presencia de 80.000 personas que abarrotaban las gradas del estadio. Y no sería la lluvia la que aguara la fiesta.

En la primera mitad, 'O Rei' ya rozó el tanto en varias ocasiones. Primero fue el arquero argentino Edgardo Andrada, más tarde acusado de asesinatos durante la junta militar de Argentina (1976-1983), quien desvió su disparo con el exterior del pie. Después, de nuevo el larguero, atajó su remate en una nueva tentativa.

"No marcarás hoy", le decían sus rivales a Pelé. Uno de ellos, Renê, se hizo incluso un autogol delante de su majestad.

Se acerca el final del partido cuando, en el minuto 78, Pelé es objeto de penalti. Más tarde, en su autobiografía, escribiría que "el penal es una manera cobarde de marcar" pero aquella noche daba igual. Alrededor de él todo su país miraba atentamente su ejecución y 'O Rei' no tenía derecho a errar.

Se suceden a continuación, durante varios minutos, una serie de hechos surrealistas: sus adversarios se acercan al tirador para retrasar el lanzamiento; Pelé consuela al autor de la falta y un jugador del Vasco da Gama, con el balón en la mano, patea frenéticamente el punto de penal para intentar hacer un agujero o algún tipo de maleficio.

- N°1.000 en la espalda -

Finalmente, el árbitro colocó el balón sobre el lugar indicado y Pelé, tranquilo, con las manos en los costados, tomó carrera. Tras una "paradinha" marca de la casa, abre su pie y engaña a Andrada, que había leído bien su disparo. "¡Goooool!"

Mientras Pelé corre a abrazarse con el balón dentro de las redes, decenas de fotógrafos, periodistas y aficionados invaden el campo para festejar con el héroe, que acaba siendo alzado por la gente, con la pelota en las manos, mientras una nube de micrófonos intenta captar sus primeras palabras.

El momento es especial también para los compañeros del astro, todos alineados sobre la línea medular, que asisten felices al momento de euforia colectiva que se vive en el estadio. Cuando Pelé vuelve a tocar el gramado, se acerca y se abraza a ellos uno a uno. De nuevo aupado por su arquero, Pelé consigue por fin decir unas pocas palabras a los medios, dedicándole el tanto "a los niños pobres de Brasil".

Es entonces cuando se le entrega una camiseta especial con el número 1.000 a la espalda que se pone inmediatamente antes de dar una vuelta de honor al estadio que se alarga casi 20 minutos ante los gritos de felicidad de miles de voces en el Maracaná.

Pero ¡hay que acabar el partido! Quedan diez minutos que no le importan a nadie. Los espectadores dejan el campo sabedores de que han vivido un momento único que ocupará una página de oro en la historia del deporte.

 

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México-1970, la obra maestra de Pelé

Sao Paulo, Brasil | AFP

Su tercer título mundial, conseguido en México-1970 con la mejor selección de todos los tiempos, quedará en el recuerdo como la obra maestra de Pelé, deslumbrante durante el torneo y movido por un espíritu de revancha tras lo sucedido en Inglaterra-1966.

De Pelé conocíamos su talento infinito, su inagotable amor por el juego, pero también su emotividad, descubiertas con sus lágrimas de felicidad cuando a los 17 años ganó su primer Mundial en Suecia-1958.

En cambio, de Pelé conocíamos menos su carácter tenaz, su voluntad de hierro y su rechazo al fracaso. Y el más grande que sufrió fue en 1966, donde su deseo de conseguir un tricampeonato mundial histórico se desvaneció por los golpes alevosos que le dieron el búlgaro Zhechev y el portugués Morais, que lo dejaron maltrecho y le costó a Brasil la eliminación en primera ronda.

Pero Pelé se juró tomarse revancha y disputa un Mundial más. Durante dos años, tras Inglaterra-1966, no jugó ni un partido con la selección auriverde.

Pero a partir de 1968, una joven generación de talentosos jugadores fue madurando a su alrededor. Y comprendió que junto a Jairzinho, Tostao, Rivellino y Carlos Alberto tenía una oportunidad única: convertirse en el primer jugador en ganar tres Mundiales. Y hasta el presente el único en la historia.

Su convicción se convirtió en certidumbre cuando su gran hermano Mário Zagallo, con el que fue campeón del mundo en 1958 y 1962 en la cancha, aceptó convertirse en el director técnico de la Seleção.

- En su mejor momento -

Nuevamente en forma, fresco y determinado como nunca, a los 29 años Pelé escribirá la página más bella de su historia.

La muestra la dio desde el inicio mismo del torneo contra Checoslovaquia (4-1), al anotar el segundo gol de Brasil con un remate inatajable para el portero Ivo Viktor desde larguísima distancia. El tanto recorrió el mundo, por primera vez en colores. Nunca antes se había visto algo igual.

Ese golpe de genio, seguido de otros, hizo brillar también a sus adversarios. El portero inglés Gordon Banks hizo ante Pelé la llamada "atajada del siglo" al desviar un cabezazo de pique de O Rei, que luego lanzó una frase para el recuerdo: "marqué un gol pero Banks lo impidió".

Fue Jairzinho el que se encargó de batir a un enorme Banks y darle a Brasil la victoria sobre la entonces campeona del mundo Inglaterra por 1-0.

Tras un doble contra Rumanía, en la victoria por 3-2, que pudo ser una tripleta si el árbitro no le anulara un gol, unos cuartos de final tranquilos contra Perú (4-2), Pelé se topó con Uruguay en semifinales, y con el fantasma del Maracanzo de 1950.

- Alejando fantasmas -

Veinte años después de la mayor derrota del fútbol brasileño, que marcó a fuego a una generación, llegó el tiempo de la revancha y de secar las lágrimas de todo un país, incluido su padre, que lloraron la derrota de 1950. La revancha llegó y Brasil derrotó a Uruguay por 3-1 y Pelé a punto estuvo de marcar un gol excepcional.

Lanzado en carrera tras un pase desde la izquierda, Pelé se encontró con el portero uruguayo Ladislao Mazurkiewicz. El 10 dejó pasar el balón por entre sus piernas y fue a buscarlo por el otro lado, burlando al portero, pero su remate cruzado salió apenas desviado.

Ninguna decepción para Pelé, que ya estaba en una nueva final de un Mundial.

Y el genio volvió al gol en dicho partido, frente a Italia, al anotar el primer tanto de la victoria 4-1 con un estupendo cabezazo tras sostenerse en el aire que quedó grabado en la memoria de todos.

Pero Pelé tenía guardada otra obra de arte para asombrar al Estadio Azteca cuando asistió con categoría suprema a Carlos Alberto para que éste anotara el cuarto gol de Brasil en la final.

Llevado en andas por sus más jóvenes compañeros al final del partido, Pelé no lloró esta vez como sí lo hizo en la conquista de Suecia-1958, cuando era apenas un joven de 17 años.

Fue ese día en México donde definitivamente se consagró Rey.

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