El automovilismo paraguayo se sostiene sobre la figura de las grandes figuras que han sabido inmortalizarse a lo largo de los años, pero entre todos destaca uno que, a 13 años de su desaparición física, mantiene su recuerdo latente en todos aquellos que lo vieron pasar en los tramos de carrera del rally nacional. Su nombre, escrito con letras doradas en los laterales de cada máquina, Francisco “Pancho” Gorostiaga.
Con una pasión que estuvo “dormida” en gran parte de su juventud, Francisco Gorostiaga empezó bastante tarde en el automovilismo deportivo, y es que los primeros pasos los dio primero con las motos acuáticas, compartiendo con grandes amigos como Marco Galanti, José Carlos Grillón entre otros. Justamente, Grillon fue uno de los que le impulsó a subirse a un auto de rallys, llegando a invitarlo a probar uno de los Toyota Celica que habían llegado a Paraguay. Esto despertó en Gorostiaga una necesidad de seguir acelerando, empezando a escalar y a hacerse de un nombre, lentamente hasta ser la gran figura que hasta el día de hoy permanece en la memoria.
Gorostiaga supo construir en casi 15 años de carrera deportiva un legado a base de golpes y mucho temperamento, carisma y ese espíritu imbatible que cautivó a más de uno, y que lo llevó a conquistar campeonatos nacionales como sudamericanos, y por supuesto, a reinar en el infierno verde siendo referente total en la década de los 2000. “Pancho” quien dio sus primeros pasos con un Subaru para luego subir al clásico Lancia, inmortalizó su nombre con la marca Toyota, bandera que supo llevar desde 1998 primero con el Toyota Celica 205, para luego subir al coche que lo llevaría a la gloria absoluta, el Corolla WRC.
El Corolla WRC y su impacto cultural

Los 2000 empezaban para Gorostiaga con las ganas de lograr la epopeya de ganar el Transchaco Rally, carrera madre del rally nacional. Para ello, acudió a Mario Laterza, uno de los artífices de sus grandes logros deportivos, junto a este reconocido preparador y sumado a un joven Victor “Figu” Aguilera en la butaca derecha, Gorostiaga se hacía con un flamante Corolla WRC con menos de 100 kilómetros de vida util, practicamente nuevo para los estándares de aquellos años. El coche llega y rápidamente llegan las primeras “piñas”, como la del TCR 2001, una de las más recordadas. Pero Gorostiaga da un gran paso, y se interna unas semanas a hacer un curso de manejo que cambiaría su forma de ver las cosas, dando un gran paso deportivo que lo llevaría a la punta.
Y los logros llegaron, en 2002 lograba el primero de sus tres hitos en el Chaco, ganando una de las carreras más rápidas a nivel de promedio de velocidad en la historia del Chaco, batiéndose a duelo con Diego Domínguez, Marco Galanti y Martín Masi, en una carrera donde Gorostiaga supo administrar los momentos para tocar el cielo con las manos por primera vez.
Aquí empezaba a formarse la leyenda, el hito, en una conjunción piloto - coche - copiloto - equipo, Gorostiaga logró ser campeón nacional, campeón sudamericano y lograr una de las poles más impactantes de la historia, cuando logró batir a Alejandro Galanti en un épico duelo en el entonces Aratirí en el año 2005.
Suero o champagne

Pero los golpes iban y venían, siendo 2006 un momento crítico en la carrera de Gorostiaga, en plena disputa del Trans Itapúa, Gorostiaga Aguilera sufrieron uno de los golpes más duros en la historia del rally paraguayo, dejando al Corolla WRC prácticamente inservible, con Aguilera seriamente golpeado y Pancho con una lesión en la pierna que requeriría una cirugía que, en teoría, lo dejaría fuera de carrera por mucho tiempo.
En palabras de Mario Laterza, Gorostiaga nunca tuvo ninguna intención de dejar de correr ese año, y es que cuando él iba a Brasil a someterse a una operación días después del accidente, Laterza tomaba un avión rumbo a Alemania a la sede del Team Toyota Europe, a comprar todos los respuestos para que el coche esté listo para el Transchaco Rally 2006.
Y el coche se puso a tono, prácticamente un 0km esperando el momento, y como siempre, Gorostiaga no pudo aguantar las ganas, y en muletas dio las primeras vueltas con el coche, listo para buscar otra victoria. El problema, era momento de buscar a un nuevo copiloto, ante la baja de “Figu”, y de repente salió la figura de un joven Eduardo Gómez, quien en 2005 sorprendió a todos logrando el podio en la carrera demostrando grandes dotes en la butaca derecha.
La nueva dupla nacía, y el resultado no fue otro que dos victorias seguidas en el Chaco entre 2006 y 2007, dejando una huella imborrable y volviendo a demostrar que la frase seguía más vigente, “suero o champagne”.
El “último baile” en Ybycuí

La última fecha del Campeonato Nacional de Rally 2010 tenía marcado una definición de bandera verde por el cetro de campeón en la general. Victor Galeano y Gustavo Saba saldrían a buscar los tiempos intentando alzarse con el título, llevándose todos los reflectores en aquella ocasión.
Sin embargo, otros ponían sus ojos en alguien que, dentro de todo, siempre se caracterizó por resistir y volver después de cada golpe, y es que Francisco Gorostiaga volvía a la carga después de aquel horrible vuelco en el Transchaco Rally. Con energías renovadas, con un auto que de a poco iba adaptándose al concepto de manejo de “Pancho”, y por supuesto, con la experiencia de Eduardo Gómez en la butaca derecha, dándole seguridad en cada tramo de carrera.
La idea en aquel Rally de Ybycuí era sencilla, ganar ritmo, ganar confianza y apuntar a un 2011 peleando de vuelta la punta. Pero la sed competitiva de Pancho pedía ser saciada, obligándolo a ir por todo en cada tramo. A pesar de venir entre los cuatro primeros, llegando al último prime del día sábado, algo cambió en Gorostiaga, una mirada que solo apuntaba al horizonte, concentrado, pensando solamente en el momento de soltar el freno y pisar el acelerador.
El cronómetro marcó la hora madre, momento en el que el Mitsubishi Lancer EVO X salió impulsado por las ganas incontenibles de marcar el scratch, sin resquicios para cometer errores. Un tramo impecable, 2800 metros lo separaban de llevarse el mejor tiempo, a fondo, acelerando como él solo podía hacerlo, enfocado en la hoja de ruta que Gómez había preparado minuciosamente en las recorridas.
Pero en la última curva del circuito, a pocos metros de la bajada de bandera, el destino tenía preparado otra prueba de fuego para Gorostiaga y Goméz. El coche sale por centímetros de la pista, obligando a Pancho a usar la muñeca para mantener el control de la máquina, pese a este incidente lograron llegar al final de la especial, y con un tiempazo marcado en el cronómetro.
Sin embargo, la alegría pasó a ser decepción al ver que habían quedado igualados en cronos con Alejandro Galanti. Increíblemente se les escapó de las manos un scratch que estuvo a metros de ser solo para ellos. En ese momento, una voz fuerte suena en los oídos de Eduardo Gómez, “estoy triste, quería regalarte la victoria en este prime .... sin embargo, creo que estamos de vuelta” , era Gorostiaga, siempre optimista y listo para dar pelea de vuelta.
Lastimosamente, el segundo día de competencia no acompañó en suerte al binomio Gorostiaga - Gómez. Un llantazo en la delantera izquierda, que desembocó en el corte del mazo del cableado eléctrico, dejó a esta dupla definitivamente fuera de carrera, pero con un sabor a esperanza, el 2011 sería mejor, Pancho y Edu estaban seguros de ello.
Aquella prueba terminó en manos de Itor Galeano, quien al final se coronó como campeón nacional. Ybycuí dejaría de ser parte del calendario competitivo, mientras que Francisco Gorostiaga partía rumbo a Asunción, a seguir con sus actividades, pensando de reojo en la siguiente carrera, buscando errores y planificando estrategias para estar de vuelta en lo más alto.
Sin saberlo, ese día, aquel domingo 14 de noviembre, sería la última vez en el que veríamos a Pancho salir del parque cerrado, siempre con una energía y una seguridad que solo un campeón podía transmitir.
También sería la última vez en el que Eduardo Gómez le cantaría una referencia, aquellas en las que él podía estar seguro de seguir, siempre a fondo. Como bien lo decía, “Donde todos frenan…”